Amor y ligue es mi nuevo blog en donde contaré constantemente algunas aventuras, anécdotas, consejos, historias, artículos y mas… de todo lo referente al amor y el ligue….por supuesto que espero la participación de todos los usuarios para que juntos, con sus comentarios podamos complementar cada tema con múltiples opiniones.

lunes, 25 de septiembre de 2006

Ricardo y Noemí

El encuentro.


Por fin estaba allí, iniciando esa esperada reunión que para él tenía
mucho de prodigioso, especialmente, después de las largas y tristes
caminatas que casi siempre conducían a ninguna parte, como si en vez
de llevarlo hacia algún sitio lo alejaran de todos. Su recién
descubierta sensación de agotamiento, era la razón para que en ese
momento permaneciera apoyado en el marco de la puerta que daba a la
cocina, con el cuerpo cansado proyectado sobre el inútil espacio del
vano. En el interior, ella iba abriendo los pequeños paquetes y
colocando prolijamente su contenido sobre los platos: las lonchas de
jamón, el queso, las verdes aceitunas.

(Se conocían desde muchos años atrás y aunque nunca habían vivido
juntos, él la sentía como si siempre hubiera sido su mujer, iluminada
por esa franca y placentera familiaridad que sólo concede una relación
íntima y prolongada. Lo cierto era que a pesar de estar conformada por
encuentros esporádicos, constituían una historia compartida, y una
historia siempre es imprescindible para darle sentido al buen amor.)

Cada vez que ella se daba vuelta para hacerle algún comentario o
formular una pregunta, él dejaba de mirar los platos que lentamente se
iban cubriendo de alimento, para buscar su declamado escote. Dentro de
su dibujo, a menos de un metro de sus ojos y sus manos ávidas, se
anunciaban los amados senos de pezones eléctricos que deseaba volver a
acariciar. En incontables ocasiones había soñado y había despertado
aun soñando con ellos. Ensimismado en ese delicioso objeto de su
observación, cada palabra que pronunciaba parecía no demasiado clara,
llegando sus frases a rozar peligrosamente las no lejanas fronteras de
la incoherencia. A ella ni siquiera se le ocurría la razón de esa
actitud que nunca le había visto y prefirió interpretarla a su manera.
"Debe haber otra mujer en su vida". -Se dijo. - "Sí, por eso se
distrae o me mira tan fijamente como si arrepentido quisiera
encontrarme nuevamente después de haberme olvidado". Y a pesar de que
sonreía despreocupada, se torturaba no dejando de pensar en lo mismo,
llamando con desprecio la otra a la rival previsible y desconocida,
como si esa fuera su manera de descalificarla.

Prefirió no hacer ningún comentario y dejó que su propia explicación
la convenciera, aunque se le retorciera igual que una víbora tenaz en
la boca del estómago. Como si nada de todo aquello pasara por su
cabeza, las manos hábiles continuaron con su tarea, hasta que los
platos casi colmados estuvieron sobre una bandeja indicando que el
preparativo estaba concluido. Entonces preguntó:
-¿Lo llevo al living o al dormitorio?
El hubiera querido decirle que prefería el dormitorio donde la dulce
cama dormía el sueño abandonado al que los dos la habían condenado,
pero no se animó. Temió que su apresuramiento provocara la negativa, y
por lo tanto, el rechazo. En ese momento, no pudo evitar el recuerdo
de los últimos encuentros que habían compartido en bares y
restaurantes, siempre avasallados por la gente, perseguidos por la
presencia de sus cuerpos y de sus voces agresivas. En tales ocasiones,
sentía que alrededor de ellos se movían multitudes curiosas y
entrometidas, transformando en un odiado tumulto a la anhelada soledad
que deseaba compartir con ella. Entonces trataba de abstraerse y se
conformaba con disfrutar mirándola, oyéndola relatar acontecimientos
importantes o simples sucesos cotidianos: un viaje al extranjero,
acaso los aconteceres de su trabajo. Eran hechos que le parecían
magníficos, sencillamente porque salían de su boca. Escucharlos, le
daba oportunidad para registrar los menores gestos de su cara, los
movimientos de sus manos, la casi imperceptible fragancia de su
perfume, uno de esos extraños aromas que tienen el mérito de ser
apenas el suave hálito de quién lo usa -respirarlo era otro de los
placeres al tenerla en sus brazos- y no una invasión penetrando sin
miramientos el aire de los otros.

Admitía sin falso pudor que venía necesitando de esa mujer y no sólo
para disfrutar de su conversación, por interesante y animada que
fuera, sino para mucho más. Hubiera podido ser cualquier otra, pero
tenía que ser esa, porque la deseaba como no recordaba haber deseado
jamás a nadie. Era su razón para reclamar la casi sagrada vivencia de
su hermoso cuerpo desnudo, la intimidad de los besos entre los cuales
podría repetirle que la amaba, hasta llegar al placer infinito que
ella acostumbraba prodigarle de tanto en tanto, como si se lo
retaceara para castigarlo por alguna culpa terrible.
-No. - Dijo igual que si se estuviera contestando a sí mismo y no a la
pregunta que acababa de recibir. - Podemos quedarnos en el living.
Ella aceptó con naturalidad su sugestión, pero antes de actuar de
acuerdo a lo escuchado, formuló otra pregunta.
-¿Querés tomar vino o alguna otra cosa?
-Un poco de vino estará bien, gracias.
La mujer tomó la botella que previsoramente había abierto un buen rato
antes, mientras lo esperaba, y él abandonó el vano de la puerta para
tomar la bandeja. Ahora se sentía reconfortado y hasta entusiasta.
Cuando dejaron todo colocado sobre la mesa ratona, el hombre descubrió
que faltaba algo.

-¿No me vas a dar pan?
-¿Es que no lo estás viendo?
El fingió mirar anhelante la bandeja y también las otras mesas
pequeñas ubicadas a cada costado del sillón adonde estaban sentados.
En verdad el pan no le importaba demasiado, pero le desconcertó no
descubrirlo. Entonces ella le habló poniendo en su cara una expresión
que en cada uno de sus sutiles ángulos, estaba impregnada con una
generosa carga de misteriosa sabiduría.
-El pan está aquí. - Dijo extendiendo las manos unidas como si en las
palmas sostuviera el sagrado alimento. - Podés elegir - continuó. -
Tengo pan de sueños cubierto con algunos granos de esperanza. Pienso
que es el más apropiado para el jamón. En cambio para el queso te
ofrezco pan de futuro. Es sabroso, pero todavía demasiado tierno. Como
es lógico, por la naturaleza de sus ingredientes, habrá que esperar un
poco para disfrutarlo por entero.
-¿Estás bromeando? Reaccionó él.
-No, no se trata de una broma. - Afirmó con seguridad la mujer
tratando de tranquilizarlo, porque advertía que todo aquello lo
inquietaba. - Que momentáneamente no lo veas no quiere decir que no
exista, que no esté aquí mientras te lo acerco. Es más. También tengo
pan de pasado, suele presentar un dejo sabroso, levemente evocativo y
estimulante, pero para algunos resulta alternativamente un tanto duro
o húmedo, y a veces, hasta un poco agridulce.

El hombre decidió no contradecirla y averiguar adónde quería llegar
con aquel extraño juego.
-Elijo el jamón con pan de sueños, si me lo preparás, claro.
Ella tomó una loncha de jamón con un tenedor, lo colocó entre dos
hogazas invisibles y le extendió el raro emparedado. Cuando él lo tomó
percibió que recibía mucho más de lo que aparentemente le estaban
dando. Mordió y descubrió con sorpresa que realmente era pan, pero tan
tierno y tan suave como sólo podía serlo la textura de una espuma de
nube. Y también sintió que su cuerpo y por supuesto también su mente,
tenían a la vista bellas imágenes bucólicas que sólo había contemplado
durmiendo. Sin embargo a su alrededor todo seguía igual: la mujer
estaba allí sentada a su lado bajo la luz adormecida, la música
mantenía su volumen contenido, la mesa, la bandeja, el jamón, el
queso, las aceitunas, la copa de vino que aun no se había llevado a la
boca... Complacido, prometió después probar los otros panes ofrecidos,
pero ella se opuso.

-Uno por vez. - Se anticipó sonriendo. - No conviene mezclarlos el
mismo día. Hoy has preferido el de sueños, y puede malograr el sabor
del de futuro o amargarse con el de pasado.
Se acercó para besarla y ella hizo lo mismo. Se unieron largamente
hasta que los sorprendió el trémulo chasquido que acababan de fabricar
con sus bocas. El sonido se repitió varias veces acercándolos cada vez
más mientras sus manos recorrían el cuerpo deseado, felices al
comprobar que se trataba del cuerpo de ella. Entonces la mujer se
apartó ligeramente porque había algo que necesitaba saber.
-¿Tenés que irte pronto?
-No, pero estoy apurado.
La mujer fingió no comprender.
-Parece un contrasentido.
-Lo es. Pero mi apremio nada tiene que ver con que deba irme. Sólo
responde a los dictados de tu cuerpo y el mío. ¿Estoy muy equivocado?
Ella sonrió con generosidad como si anticipara que estaba dispuesta a
hacer lo que él quisiera, pero no pudo evitar turbarse como una niña a
la que le proponen el primer pecado.
-Debe ser el pan... -
-... desde mucho antes del pan. Y también el pan, seguramente. -
Escuchó como respuesta.

Entonces los dos, igual que si respondieran a un acuerdo que nadie
había sugerido, sin apuro, caminaron tomados de la mano el corredor
que conducía al dormitorio. Ellos mismos no lo advertían, pero en
realidad corrían, volaban, atravesaban vallados, mares, cordilleras,
tormentas, porque lo que realmente iba a terminar de unirlos y estaban
desesperados por conseguir, era lo que llevaban para compartir detrás
de aquella puerta. Cuando la cerraron después de atravesarla, los
cuerpos rápidamente desnudos se reconocieron amistosamente como otras
veces viviendo el placer de no sentirse extraños pegados el uno al
otro, se penetraron como otras veces, y hasta podría decirse que
aunque sólo por un segundo, ella fue él y él ella. Y eso, no había
ocurrido nunca antes.

En tanto, sobre la mesa del living, el pan de sueños y el pan de
futuro y también el de pasado, se sintieron inútiles. La botella de
vino se habría derramado por su propia voluntad si hubiera podido
hacerlo, y hasta las aceitunas creyeron que habían sido abandonadas a
la suerte de un momento fugaz. No comprendían ¿cómo hubieran podido
hacerlo? que habían sido testigos del encuentro, hecho que una vez
transcurrido, sólo podía valorarse a través del infrecuente ejercicio
de la memoria. Y por supuesto, las cosas inanimadas no suelen tenerla.
Pero él no lo era, y más tarde, después de verla casi dormida, con el
delicado cuerpo apenas cubierto por el suave kimono que parecía una
cáscara tersa, mientras partía se dedicó a recordarla, soñando con la
próxima vez, y con la manera de eternizar esa próxima vez. Aquello
sería muy sencillo, si lograba que ella le dijera adónde había
conseguido el pan de futuro, o al menos, si le permitía saborear
anticipadamente alguna de sus pequeñas migas...

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